Convertir Instagram en tu principal escaparate y además conseguir que tus camisetas y sudaderas se vendan por miles, no parece una tarea sencilla. Más bien pudiera ser el sueño juvenil de dos emprendedores de 19 años, que compaginaban sus estudios de primero de ADE, con la fundación de Blue Banana, una marca digital de moda que en cuatro años ya facturaba 4 millones de euros.
“Queríamos hacer un proyecto en el que las redes sociales fueran el principal canal de venta. Para ello, apostamos por ofrecer un valor diferencial, comunicando una experiencia muy enfocada en la naturaleza, el viaje y la fotografía”. Así explica el germen de la idea Nacho Rivera, fundador de Blue Banana, junto a su socio Juan Fernández Estrada.
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Un vendedor llamado Instagram
Este proyecto comenzó en 2016 con 3.000€ de inversión, principalmente destinada al desarrollo de una web que construyeron sus dos socios fundadores.
Otra parte del capital se destinó a hacer sus producciones fotográficas, unas imágenes que muestran a jóvenes practicando skating, senderismo o saltando al agua en sugerentes espacios naturales.
A fuerza de proponer challenges (retos) en redes sociales, concursos y esa fuerza en la comunicación solo posible cuando se habla de tú a tú, consiguieron 10.000 seguidores en Instagram en su primer año. En 2019 ya superaban los 100.000, y en la actualidad los 272.000 más otros 55.500 en Tik Tok.
La audiencia demostraba que la fórmula funcionaba. “Habíamos apostado por Instagram, la red donde estaban nuestros amigos y resultaba fácil acercarnos a nuestro público”. Pero, además, ese público, lo mejor todo… ¡también compraba!
En 2017 vendieron moda por valor de 250.000 euros. Un año más tarde la característica aspa del logo de Blue Banana ya facturaba 735.000 euros y en 2019, llegó a 1,5 millones.
Una marca que cuenta historias
Levantada sobre los principios del bootstrapping, que básicamente consiste en minimizar gastos haciéndolo todo el emprendedor y reinvertir todos los beneficios, la empresa ha crecido sin necesidad de mayores aportaciones o entrada de otros socios.
Y cuando las cosas empezaron a funcionar, invirtieron en campañas publicitarias de su principal canal, las redes sociales. Esta decisión, además les sirvió para amplificar un público que ya estaba respondiendo al boca a boca: “Lo bueno de la gestión digital es que nos dice de dónde sacamos la rentabilidad y de dónde no”, explica Rivera.
Sus primeras inversiones se centraron en formar un equipo de calidad, contratando a Gonzalo y a Axel, dos creadores de contenido digital.
“Ya habíamos trabajado con ellos como creadores de contenidos freelance, pero queríamos tener un equipo interno, y lo conseguimos”. En su opinión son las personas ideales y junto a ellos hacen dos producciones anuales en escenarios naturales tan apetecibles como Costa Rica, Indonesia, Las Dolomitas o Azores. La marca seguía creciendo.
De la tienda online a comercio físico ¡El orden se invierte!
“Cuando tienes la oportunidad de probar lo que realmente te gusta es cuando sabes qué quieres hacer. Muchas personas no lo consiguen, pero nosotros hemos tenido la fortuna de poder hacerlo”. Rivera es consciente de que de modo muy especial los jóvenes en España no lo tienen fácil, pero hay que arriesgarse.
Abrieron su primera tienda física en la calle Fuencarral de Madrid, donde aterrizaba toda la experiencia digital de la firma sobre los 64 m2 del local.
Se trataba de la oportunidad perfecta para probar que su fórmula no es solo para «zetas» y algunos millennials en crisis de identidad, como en ocasiones se les etiquetaba. “Hacemos un producto de calidad que vendemos a buen precio y nos dirigimos a gente que tiene una actitud joven, no importa su edad”, señalaban.
Ampliar el catálogo de venta
El reto llega ahora para llenar de contenido estos espacios. De momento, ha abandonado el único patrón de hombre para sus camisetas y sudaderas, anticipando que la moda oversize, que tanto ha animado a sus clientas, acabará en algún momento.
Además de con sus prendas fetiche para mujeres, se han atrevido con una colección de anoraks que en su tienda guardan en un armario frigo, tipo sección de congelado del supermercado. Una forma de animar la experiencia de compra que es “puro postureo”, según su creador.
Además de los primeros bañadores que ya están disponibles, trabajan en nuevas prendas relacionadas con otros dos de los deportes favoritos de la casa, el esquí y el surf.
Validar el formato en el exterior
En Blue Banana la consigna es pasárselo bien, pero cuando trato de trivializar con ese permanente estado fiestero, me paran los pies: “Nos lo tomamos muy en serio y trabajamos mucho. Es cierto que nos lo pasamos bien y que ha habido un componente de suerte, pero nadie tiene el botón del éxito. Se logra con esfuerzo y conociendo muy bien a tu cliente, al que nos dirigimos con un contenido de calidad, para convertirnos en su referente de aventura”.
Una aventura que quiere tener continuidad en el exterior. Blue Banana ya se ha presentado en Alemania siguiendo su estrategia fundacional. La misma que en unos meses seguirán en Holanda, Italia y Francia.
“Los dos objetivos más inmediatos que tenemos es validar que podemos funcionar como empresa multicanal y crecer en Europa”. Blue Banana parece empeñada en demostrar lo equivocado de ese eslogan que tan bien ha funcionado en las redes sociales: We make noise, not clothes.